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miércoles, 13 de septiembre de 2017

Háblame como la lluvia y déjame escuchar

Título original: Talk to me like rain and let me listen
Autor: Tennessee Williams
Género: Teatro / Drama
Año: 1958
Páginas: 12
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Con una única escena y una conversación llena de recuerdos e imaginarios entre un hombre y una mujer en una habitación de un edificio de Manhatan de la octava avenida, Tennessee Williams muestra de nuevo su interés y afinidad por los personajes decadentes, cansados de sus vidas, densos, al borde un abismo, pero con un destello de luz.
El inicio de la obra arranca con una larga acotación en la cual se describe el lugar donde están los personajes y en el modo en el cual se encuentran, Tennessee dice que esta conversación ya la han tenido en ocasiones anteriores, por lo cual, la falsa serenidad y el falso arrepentimiento acompañan constantemente el diálogo entre estos dos personajes que, por cosas de la vida, se han visto obligados a estar juntos y ya no pueden separarse.

Los rostros de ambos son jóvenes y desmedrados, como los rostros de los niños en un país donde hay hambre. Se hablan con una especie de cortesía, una especie de formalidad afectuosa como la de dos niños solitarios que quieren ser amigos; y, sin embargo, dan la impresión de haber vivido juntos durante mucho tiempo, y de que la presente escena entre ellos es la repetición de una escena tantas veces vivida que su contenido emocional plausible, como el reproche y el arrepentimiento, está totalmente gastado, y no queda nada más que la aceptación de algo irremediablemente inalterable entre ellos.
La obra pone a un hombre y una mujer que son pareja en una habitación, el hombre despierta después de haber bebido mucho y con resaca, preguntando qué día es. La mujer, por otro lado se encuentra bebiendo una vaso de agua en frente de una ventana con cierto aire nostálgico, mientras ve llover. El hombre, por hablar de cualquier cosa recuerda en dónde había esta últimamente, en una fiesta de una habitación de hotel, en la cual el alcohol y el descontrol son protagonistas, en este diálogo y monólogo del personaje, pues aunque tiene un interlocutor que es la mujer, habla para sí mismo, como si quisiera recordar por qué está ahí y qué fue lo qué paso antes de haber llegado a casa. El hombre se da cuenta que la mujer no le presta mucha atención, por lo cual, decide acercarse y hacer contacto físico por medio de las manos y le pide a la mujer, muy gentilmente, que hable de algo y que le cuente de sí. La mujer habla de sus deseos, no de lo que acaba de pasar, sino de lo que le gustaría que pase, habla de vivir en una habitación de hotel, sola; pero tranquila, donde pague un alquiler modesto y pueda leer libros, pasear por la playa y llegar sola a su cuarto. Finalmente, al caer de la lluvia, la mujer se da cuenta que se encuentra estancada en una habitación con un hombre y que, con sollozos, ruega interna y desesperadamente por irse.
La obra cobra su nombre por la intervención que hace el hombre a la mujer que, después de él haber hablado, le pide a la mujer que le hable y que él escuchará como se escucha la lluvia en el exterior y que estará atento a escuchar todo lo que pasa a su alrededor.
¡Dime, háblame! Háblame como la lluvia, y yo estaré aquí echado y escucharé. ¡Tienes que hacerlo, es necesario! ¡Tengo que saber, así es que háblame como la lluvia y yo te escucharé, aquí echado, te escucharé…!
Después de haber leído la obra y haber meditado en ella, es importante decir que la obra pasa de ser un melodrama común y patético para llegar a ser una muestra viva y real de lo que ocurre en la vida de personas que aspiran a más. La obra tiene una fuerte carga dramática y, aunque sólo tiene una escena y puede ser representada en no más de 30 minutos, lo importante se encuentra en lo que no se dice, sino en lo que siente y se hace. Ambos personajes hablan de eventos que pasaron o que quieren que ocurran, pero su mensaje es otro, el subtexto es me arrepiento de haber hecho lo que hice y quisiera escapar de aquí y vivir una vida mejor, desafortunadamente, la vida es cruel y despreciable y deben quedarse ahí, estancados como siempre lo hacen. Además, aunque la obra tiene un tono dramático, son las risas leves, la aceptación y las acciones entre hombre y mujer lo que la hace interesante. El hombre hablando del pasado inmediato, el cual quisiera cambiar; pero es inútil, y la mujer hablando de un futuro fantasioso que es imposible e inexistente. ¿Qué se puede hacer es lo que se pregunta el espectador? Seguir, siempre seguir, aunque de verdad no se pueda seguir.

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