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De Artaud al teatro de lo absurdo
A inicios de la década de 1920 se gestaba en
París uno de los movimientos artísticos más importantes en la historia del
arte. Dicho movimiento se enfoca en la representación del funcionamiento del
pensamiento, el ejemplo más concreto es el sueño, pues aquí, el pensamiento,
las ideas y las imágenes son libres, aparecen y desaparecen, se yuxtaponen unas
con otras y no necesariamente cumplen con un orden o siguen una lógica. En el
sueño pueden ocurrir tantas cosas como lo quiera el pensamiento y, el hombre, no
puede enseñorearse de él. A este movimiento lo llamaron surrealismo que quiere decir sobre la realidad o por encima de la
realidad. Este movimiento tuvo manifestaciones en todas las artes, como lo son
la escritura, la poesía, la pintura en mayor medida, la danza, la música, el
teatro y el cine. En cada una de estas disciplinas los artistas europeos
empezaron a experimentar y a expresar por medio de su arte la manera en la cual
funciona el pensamiento. Las obras del surrealismo se caracterizan por una libertad
y frescura única que sale de toda lógica y realidad. Antonin Artaud, miembro
activo del movimiento desde 1925 y expulsado del mismo tan sólo dos años
después por su fundador André Breton, usó varios de los postulados del
surrealismo para hacer teatro. Aunque fuera del movimiento, Artaud se
caracterizaría por basar sus postulados en el sueño, el pensamiento, el gesto,
la metafísica y el ritual, herencia innegable de los surrealistas. En 1947, en
el homenaje que el surrealismo hace a Artaud en la conferencia de
Vieux-Colombier, Breton se refiere a su colega de la siguiente manera:
I put stop
to the experiments Artaud was initiating and decided to assume the editorship
of La Révolution surreáliste my self
(...) But now
(...) I recommended returning to earlier positions - in other words,
essentially and above all, that we restore language’s effervescence, as we had
done with automatic writing and the sleeping fits - and counting blindly on the
eventual results. (Scheer, 2004 p. 13)
De igual manera, Edward Scheer en su
libro Antonin Artaud:A critical reader afirma
que Artaud es el padre del teatro moderno y que, de igual modo, el estudio de
sus obras y su legado es esencial para entender las propuestas más
contemporáneas en el cine y las artes escénicas. “Le
Théâtre et son double has become a bible of modern theater of which all
interpretations are necessarily blasphemous, a sacred text at the same time
unchangeable and impracticable in its purity” (Scheer, 2004 p. 5). Ahora bien, el legado más importante
del escritor francés es El teatro de la
crueldad, expuesto en su libro El
teatro y su doble, donde el autor expone la visión que tiene sobre el
teatro y la manera en la cual debe hacerse y apreciarse, sus postulados son
revolucionarios tanto en fondo como en forma, abriendo paso al teatro moderno y
varias de sus manifestaciones como lo es El
teatro del absurdo, que le debe a Artaud y al surrealismo su estilo y
concepción. “(Ionesco): cuando escribo intento impedir que intervenga el
pensamiento discursivo o la conciencia diurna, dejo seguir las imágenes tanto
como sea posible” (Nuñez, 1982 p. 643). Es así como en el siguiente escrito se
va a analizar ¿Cómo el teatro de la crueldad y los postulados hechos por Artaud
dan paso al teatro de lo absurdo?
Antonin Artaud publica en 1938 El teatro y su doble y El teatro de la crueldad. Primer manifiesto en
el expone la concepción que tiene sobre el teatro, dirigiéndose a lo más puro y
primitivo, como lo es el rito, el gesto y el pensamiento, concebidos desde la
libertad y la necesidad de expresión y comunicación. De hecho, Artaud compara
el proceso creativo con el caos, como un choque cósmico de estrellas o la
erupción de un volcán, un proceso que tiene la necesidad y la obligación de
salir sin importar todo lo que cause a su paso. Es un proceso violento y
brutal, donde el creador destruye lo ya establecido para empezar a crear algo
nuevo que se remita a lo más puro de la naturaleza.
En primera instancia, Artaud habla
sobre el teatro y la cultura, analiza la manera en la cual el teatro se desliga
de la cultura primitiva y de sus orígenes pues, se han puesto muchas reglas y
conceptos que limitan el arte creador. Para Artaud la vida surge del caos y,
como el teatro es la representación de la vida, debe serle fiel desligándose de
todo concepto que limite la espontaneidad y el libre flujo de la creación.
“Toda cultura verdadera se apoya en los medios bárbaros y primitivos del
totemismo, cuya vida salvaje, es decir, enteramente espontánea, yo quiero
adorar” (Artaud, 2006 p. 11). De igual manera, a causa de preservar esa idea
pura del teatro, Artaud concibe que el teatro debe ser como una epidemia, algo
que se expande sin límite y sin cura en toda la sociedad, donde el espectador
debe estar infectado por un germen creativo que lo haga ser parte de la obra y,
al igual que los actores, pueda ser parte de un proceso que da a luz un
espectáculo único e irrepetible. “Al pasar al plano del teatro, se descargue
así mismo en la sensibilidad del espectador con toda la fuerza de una epidemia”
(Artaud, 2006 p. 27), pues de acuerdo a Artaud, la epidemia es un acto de
purificación extrema pues sólo termina con la muerte y así, el actor y el
espectador en uno solo, puedan ascender a un plano superior, a un plano de
creación sublime. Ahora bien, ¿Habla Artaud de suicidios masivos y un derroche
de sangre en el escenario? De ninguna manera, la muerte de Artaud es simbólica
y pasa a un plano metafísico, es decir, trasciende el plano físico y terrenal
en el cual, tanto actores como espectadores puedan adquirir una nueva
conciencia en el plano teatral. En 1931 Artaud descubrió en la Exposición
Colonial de París el teatro balinés y, experimenta con sus danzas, gestos,
objetos e indumentaria ritualista el estado metafísico del ser humano, pues con
el teatro balinés, Artaud va en una búsqueda por las raíces del teatro y su
expresión más pura. Es así como surge El
teatro de la crueldad. Primer manifiesto, en el cual el autor expone lo qué
es el teatro, cómo se hace y cómo se aprecia, generando una ruptura total con
la estructura aristotélica y el teatro clásico. Pues para Artaud el teatro debe
desligarse del texto, de sus decorados y de su manera de producirse, por
ejemplo, “las obras del teatro isabelino, despojadas de su texto, y conservando
sólo el atavío de época, las situaciones, los personajes y la acción” (Artaud,
2006 p. 113). Para Artaud, el texto limita el espectáculo teatral pues obliga
al actor a generar repeticiones innecesarias y ficticias que hacen perder el
sentido ritualista del teatro “Artaud wanted to erase repetition in general”
(Scheer, 2004 p. 41). Por otra parte, el autor propone eliminar la escena y
sólo conservar la acción, es decir, el espectáculo parte de la acción principal
y lo que ocurra de ahí en adelante, es parte de la relación entre el actor, el
espectador y los objetos que giran en torno a la acción.
Suprimimos la escena y la sala y los
reemplazamos por un lugar único, sin tabique ni obstáculos de ninguna clase, y
que será el teatro mismo de la acción. Se restablecerá una comunicación directa
entre el espectador y el espectáculo, entre el actor y el espectador. (Artaud,
2006 p. 109)
Además, el teatro está en función
del espectador y es él quien interviene de manera activa en el momento de
ceación “In the theater of cruelty the spectator is in the centre and the
spectacle surrounds him” (Scheer, 2004 p. 40). Finalmente, Artaud habla de un
vestuario ritualista, necesario y puro como el traje de los bailarines del
teatro balinés o los sacerdotes de algún servicio, pues sus ropas son el fruto
de una búsqueda sobrenaural, para pasar a un decorado excéntrico, donde el
espectador sea capaz de usarlos y sean capaces de generar imágenes poéticas y
subrayen el aspecto de la expresión “Maniquíes, máscaras enormes, objetos de
proporciones singulares aparecerán con la misma importancia que las imágenes
verbales” (Artaud, 2006 p. 110).
En consecuencia, los postulados de
Artaud y su teatro de la crueldad, junto con las vanguardias y, en especial el
surrealismo, surge en la década de 1940 el teatro
del absurdo, como teatro reaccionario a todos los aires políticos, bélicos
y vanguardistas de la Europa de inicios del siglo XX. El teatro del absurdo al
igual que el surrealismo y Artaud, toma la liberación del pensamiento y la
conciencia, para volver al sueño y dejar que las imágenes que aparecen en el
inconsciente generan una sensación. “Una obra de teatro, dice Ionesco, es una
construcción constituida por una serie de estados de conciencia, o de
situaciones que se intensifican o se des intensifican (…) para acabar en una
confusión insostenible” (Nuñez, 1982 p. 633). Por lo cual, al igual que Artaud
el teatro del absurdo toma los estudios freudianos
la conciencia y los sueños para entender cómo funciona el pensamiento y por
ende, como funciona el hombre y las sociedades. El teatro del absurdo toma como
herramienta la acción repetitiva por medio de imágenes poéticas que transmiten
una sensación y que, depende del espectador darle una interpretación, además
toma de Artaud el proceso creativo libre, fuerte, salvaje, caótico y violento.
“Es simplemente fuerza en intensidad y acción pura, variación cualitativa
constante y poder de metamorfosis” (Nuñez, 1982 p. 638) Por ejemplo, en Esperando a Godot llama mucho la
atención la imagen de Pozzo usando a Lucky como un caballo, el suceso está
lleno de violencia por el trato que existe entre amo y sirviente. De igual
manera, el teatro del absurdo al igual que Artaud, le resta importancia al
texto para sustraer la acción poética y resaltar el suceso, además, el teatro
del absurdo también genera una relación estrecha con los objetos pues, son
estos los que generan sensaciones e imágenes en el espectador. Es así como a
manera de conclusión se puede afirmar que Artaud abre paso al teatro del
absurdo. Cabe aclarar que todos estos movimientos artísticos son producto de
una inconformidad y un deseo comunicativo en el cual, las herramientas
anteriores (o el teatro como se concebía anteriormente) no bastan para expresar
con fidelidad el mensaje que se quiere transmitir.
Ahora bien, después de realizar una
breve recopilación de los postulados de Artaud y el teatro del absurdo surge la
siguiente pregunta ¿El teatro del absurdo y de la crueldad son un “momento” de
desorden, descontrol, que raye en lo performático, estrambótico y excéntrico?
En la opinión de quien escribe, no es válido juzgar la propuesta de un artista
desde lo que se acepta o no en la actualidad; si bien el teatro de Artaud es un
suceso único e irrepetible, se debe aclarar que Artaud buscaba la esencia más
pura del teatro, la relación más íntima entre el espectador y el actor, dejar a
un lado la concepción vanidosa y rígida del teatro clásico e isabelino y llegar
a una relación real y viva con el arte, que no sea una cosa fría y alejada del
hombre; por lo contrario, debe ser un suceso real e intangible que sobrepase
los límites de la realidad y lo terrenal. Lo extraordinario en Artaud, es ésa
necesidad de llevar al teatro a un plano metafísico y superior; ésa necesidad
de liberar el pensamiento y dejar que el acto creativo fluya de manera
espontánea y libre, sin ningún tipo de ataduras y convencionalismos que el
teatro europeo de la época estaba acostumbrado a hacer. Por lo cual, partiendo
del punto de vista anterior no se puede juzgar la obra de Artaud desde un sólo
punto de vista, pues para él mismo, el teatro de la crueldad fue un proceso
duro y carnal que, al igual que la palabra, fue una búsqueda cruel que le costó
la misma vida. Para Edward Scheer es imposible desligar la obra del artista con
su vida personal y, en el caso de Artaud, toda su obra es producto de sus
experiencias personales, metafísicas y extrasensoriales que atravesó con el
teatro balinés, su viaje a la comunidad indígena de tarahumaras en México en
1936 y su salud afectada por el vaivén de trastornos mentales. La búsqueda de
Artaud involucró su propia vida y, para los tiempos de hoy, es difícil llegar a
la concepción original de ese teatro cruel propuesto por Artaud “There’s no
theater in the world today which fulfils Artaud’s desire” (Scheer, 2004 p. 43).
De la misma manera, el teatro del
absurdo se levanta como un abanderado del legado surrealista de las vanguardias
y, sobretodo, del teatro de la crueldad propuesto por Artaud, pues ambos
convergen en la creación de imágenes poéticas que suscitan pensamientos y
sensaciones que pueden sobrepasar el plano sensorial que, en muchos casos
carece de toda lógica, razón y orden natural, pues lo que buscan es transmitir
una sensación que, tanto para Artaud como para Ionesco, puede ser interpretada
libremente por el espectador. Es decir, son los autores quienes ponen las
imágenes que transmiten una sensación, depende del espectador su interpretación
y el mensaje que le quiera asignar. Además, el teatro de la crueldad y el
teatro del absurdo convergen en la necesidad de ir más allá, de no permanecer
en el lugar seguro de la interpretación; sino ir por más, es decir, generar una
amalgama no antes creada entre el espectador y el actor para crear el
espectáculo por medio de las sensaciones y las imágenes poéticas.
Finalmente, se puede decir que
Artaud es el padre del teatro moderno y de sus posteriores manifestaciones,
pues aunque como bien dice Edward Scheer “Ningún teatro en el mundo hoy cumple
con los deseos y expectativas de Artaud” (Scheer, 2004 p. 43), si es posible decir
que Artaud está en todos los teatros del mundo en alguna manera, pues sus
postulados y manifiestos le abrieron paso al teatro del absurdo de Ionesco y
Beckett, que a su vez, nutrieron a Thadeuz Kantor y su Happening de la década de 1980 y le dieron lugar al Performance. Todos los movimientos con
el germen creativo de Artaud donde prima el arte vivo y la acción poética donde
surge la vida.
Bibliografía
Artaud, Antonin. “El teatro de la
crueldad. Primer manifiesto”. El teatro y su doble. México: DeBolsillo, 2006.
Artaud, Antonin. El teatro y su
doble. México: DeBolsillo, 2006.
Nuñez, Rafael. “El Teatro del
Absurdo como subgénero dramático”. Separata en Archivum, Revista de la Facultad
de Filología. 14 pp. Oviedo, 1981-1982.
Sánchez, José, ed. La escena
moderna: manifiestos y textos sobre teatro de la época de las vanguardias. Madrid:
Ediciones Akal, 1999.
Scheer, Edward, ed. Antonin Artaud:
A critical reader. Londres: Routledge, 2004.
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