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lunes, 18 de marzo de 2019

El teatro de lo absurdo



Una vez concluida las lecturas sobre El teatro del absurdo de Martin Esslin y El teatro como subgénero dramático de Rafael Nuñez, es pertinente decir que el propósito de ambos autores es explicar cómo funciona el teatro del absurdo, cómo el espectador puede alcanzar una perspectiva adecuada de la obra sin que tenga una interpretación sesgada o exclusivista y cómo la obra se puede acomodar a las expectativas. Es así como los autores afirman que el teatro del absurdo no busca romper la infraestructura dramática (o categoría) aristotélica, sino transformarla radicalmente en la forma de hacerla. Hay que recordar que la infraestructura aristotélica se compone de la “lógica” de un inicio un nudo y un desenlace, además de que todo relato inicia con un propósito y éste no finaliza hasta que se cumple el propósito; sin embargo, el teatro del absurdo va en contraposición a la “lógica” del relato y la estructura aristotélica.
Rafael Nuñez cita a Eugene Ionesco, precursor del teatro del absurdo de la siguiente manera “Una obra de teatro, dice Ionesco, es una construcción constituida por una serie de estados de conciencia, o de situaciones que se intensifican o se des intensifican (…) para acabar en una confusión insostenible” (Nuñez, 1982 p. 633). Es decir, el teatro del absurdo se abre paso para contar nuevas situaciones sin importar si obedece o no a una estructura establecida y la fábula o el desarrollo de la acción es un factor más teatral que verbal. Por ejemplo, Rafael Nuñez otorga cuatro características fundamentales an el teatro del absurdo, las cuales son
1.      Transformación repentina del personaje.
2.      Intensificación progresiva de la situación inicial.
3.      Inversión del principio de causalidad
4.      Énfasis rítmico y/o emocional. (Nuñez, 1982 p. 634)
Estas características identifican el desarrollo de la fábula de manera teatral y en donde el conflicto surge por las acotaciones y la representación del actor y sus acciones más que por los diálogos en obras como Esperando a Godot, La cantante calva, La lección, Jacobo o la sumisión, La silla entre otras. Además, Nuñez menciona el recurso de la repetición musical, de objetos, gestos y en acciones uno de elementos más característicos del teatro del absurdo, por ejemplo, una pieza musical puede repetirse un sin número de veces con algunas o pocas variaciones hasta llegar a la evolución. Lo mismo ocurre cuando en las acotaciones se le pide al actor que repita la misma acción una y otra vez hasta llegar a la evolución de la acción o el desenlace de la acción o a la simple repetición sistemática.
De igual manera, para Martin Esslin el teatro del absurdo se compone se situaciones y acontecimientos, de imágenes concretas y acciones recurrentes que distan, en muchas ocasiones, del razonamiento lógico y argumentos dialécticos. Es así como en el teatro del absurdo cada escena no es consecuencia de la anterior, son escenas que no presentan un nexo lógico de continuidad, sino un nexo de identidad que conserva el dinamismo en las acciones.
En consecuencia, los personajes del teatro del absurdo van a carecer de profundidad sicológica o mundo interior, pues no cuentan con las características de un personaje de teatro tradicional, es decir, no cuentan con individualidad, estabilidad y  funcionalidad que le brindan un propósito y un objetivo dentro de la obra. Por el contrario, los personajes del teatro del absurdo obedecen a la creación de imágenes a través de acciones “Es simplemente fuerza en intensidad y acción pura, variación cualitativa constante y poder de metamorfosis” (Nuñez, 1982 p. 638) Es decir, hay identidad física en el personaje determinada por acciones, el gesto y la expresión corporal, pero no una identidad síquica motivada por impulsos u objetivos. Por lo cual, el papel del personaje en el teatro del absurdo está delimitado por la acumulación de acciones y situaciones. “El análisis del personaje conduce, pues, al mismo desenlace que el análisis de la acción” (Nuñez, 1982 p. 639).
Martin Esslin afirma que el teatro del absurdo no resuelve nada, no hay una profundidad sicológica con respecto a las situaciones o los objetos que se usan, es por esta razón que en el teatro del absurdo la situación final suele ser la misma que la inicial, como por ejemplo en Esperando a Godot  Vladimir y Estragón terminan donde empezaron, no hay un conflicto que resolver, pues la intensión de éste teatro no es contar una historia, sino transmitir el sentido de imágenes poéticas que comunican un mensaje (Esslin, 1966). Es así como el árbol en el cual se encuentra cerca de Vladimir y Estragón muestran lo vacía que puede ser la vida del hombre y como nada pasa durante su existencia, pero todo esto no se logra a través del diálogo, sino a través de las imágenes y las acciones representadas por los actores.
Rafael Nuñez afirma, además, que el teatro del absurdo está en deuda con el sicoanálisis y el subrealismo, pues sus obras pueden ser, sin problemas, la representación de un sueño donde los personajes están desdibujados, hay lagunas entre sucesos y algunos elementos e imágenes están yuxtapuestos, las situaciones aparecen y desaparecen al azar como en un sueñor (Nuñez, 1982). De hecho, Nuñez cita a o Ionesco diciendo “cuando escribo intento impedir que intervenga el pensamiento discursivo o la conciencia diurna, dejo seguir las imágenes tanto como sea posible” (Nuñez, 1982 p. 643). En consecuencia, el teatro del absurdo muestra la visión poética que el dramaturgo tiene de la vida o la condición humana a través de imágenes, y esta construcción de imágenes puede ser leída por el espectador por medio de las acciones que el actor va interpretando, y que se salen de la lógica y el razonamiento común.

Referencia bibliográfica
·         Esslin, Martin. El Teatro Del Absurdo. Barcelona, Editorial Seix Barral, 1966.
·         Nuñez, Rafael. “El Teatro del Absurdo como subgénero dramático”. Separata en Archivum, Revista de la Facultad de Filología. 14 pp. Oviedo, 1981-1982.

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