De acuerdo a los tiempos
de paz prometidos por el gobierno colombiano en el presente año, y de acuerdo a
la agenda de paz que habla sobre la reconstrucción de la memoria histórica del
conflicto armado, tal y como lo conocemos ahora, que lleva más de 50 años y que
ha dejado un saldo aproximado de 220.000 muertos de acuerdo con los datos
recolectados hasta julio de 2013 por parte del Centro de Reconstrucción de
Memoria Histórica. Es de vital importancia hablar sobre sus protagonistas, su
origen, sus causas y sus efectos; pero sobre todo, hablar de cómo el teatro,
siendo un arte con un fuerte compromiso social y político que crea espacios
para la reflexión y la toma de decisiones sobre los hechos y situaciones
ocurridos en el país, ha aportado a la reconstrucción de ésa memoria histórica
para que generaciones presentes y futuras pueden observar y reflexionar, desde
el punto de vista de sus autores, las causas y consecuencias de ése conflicto a
partir de 1960.
Desde el año 2011 el gobierno colombiano por medio del Centro
Nacional de Memoria Histórica ha propuesto espacios para la creación y reconstrucción
de memoria a través de expresiones artísticas como la música, la pintura, la
danza, los medios audiovisuales y el teatro, siendo éste último objeto de
atención, ya que es el arte comunicativo y político por excelencia. De acuerdo
con Carlos José Reyes los grupos de teatro en Colombia surgen a partir de movimientos
políticos liberales y comunistas como reacción inmediata a los aires políticos
y sociales que se libraban en 1960. Estos grupos de teatro usaban las artes
escénicas como medio de comunicación y protesta de las situaciones sociales y
políticas más importantes de la década como lo son la lucha bipartidista entre
liberales y conservadores. Los integrantes de estos grupos de teatro,
primordialmente universitarios, pertenecían a movimientos políticos como el
MOIR (Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario) producto del MOEC (Movimiento Obrero Estudiantil y
Campesino) con filosofías maoístas. En primera instancia, éste teatro fue de
tipo panfletario y discursivo con la única intención de denunciar y ganar
adeptos políticos, éste teatro era poco elaborado y sus actores carecían de
cualquier tipo de estudio o dominio del arte teatral. (Reyes, 2015)
Los fuertes aires políticos que se empiezan a vivir en la
década de 1960 dan como resultado el teatro universitario, hecho por los
estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá que denuncia actos
políticos y bélicos por parte del estado, y debido a su represión y censura,
estos grupos deciden reubicarse y consolidarse para dar lugar al TEC (Teatro
Experimental de Cali), TPB (Teatro Popular de Bogotá), La Mama de Bogotá,
Teatro Libre de Bogotá y el Teatro La Candelaria, siendo éste último uno de los
mayores precursores de movimientos de creación llamados Creación Colectiva que consiste en la investigación de un tema en
específico, y sobre este tema empezar a producir acciones, textos, movimientos
que sean direccionados al tema en cuestión, finalmente, el dramaturgo o el
director recopila todo este material y ensambla la nueva pieza teatral (Reyes,
2015).
“El
movimiento universitario, obligado por la necesidad y a causa de la escases de
dramaturgos que escribieran para ellos obras que reflejaran ese sentimiento de
protesta y rebelión, produjeron piezas creadas colectivamente. De estas obras
colectivas, por su estilo agitacional y panfletario, poco hay que merezca
mencionarse. Su importancia radica en que manifestaron las expectativas de
amplios grupos sociales y fueron experiencias formativas para algunos
dramaturgos que están produciendo en la actualidad” (Reyes, 2015 p. 286)
Gracias a este movimiento
en 1975, el Teatro La Candelaria estrena Guadalupe
años sin cuenta, obra que cuenta el surgimiento de las guerrillas en
Colombia como respuesta a los sucesos ocurridos entre el 18 de mayo y 22 de
junio de 1962 cuando el presidente de turno Guillermo León Valencia ataca y
bombardea La República de Marquetalia, lugar
en el cual se encontraban asentados pequeños grupos guerrilleros liderados por
Pedro Antonio Marín alias “Manuel Marulanda” y Luis Alberto Morantes Jaimes
alias “Jacobo Arenas”. Este plan te ataque llamado Soberanía da como resultado la consolidación oficial de las FARC-EP
(Fuerzas Armadas de Colombia – Ejército del Pueblo). A este movimiento
guerrillero le presidieron otros como el ELN (Ejército de Liberación Nacional)
y EPL (Ejército del Pueblo Liberal) que surgen a causa de la violencia política
y social que se vive en la época, creando grupos de autodefensa integrados por
campesinos que emprenden acciones revolucionarias por medio de las fuerzas
armadas.
Aparte de las FARC-EP, en 1970 surge otro movimiento
insurgente llamado M-19 o Movimiento del 19 de abril de 1970 ante los
resultados electorales proclamando a Misael Pastrana Borrero como presidente
sobre el general Gustavo Rojas Pinilla. El M-19 como movimiento insurgente
busca una democracia que deje de favorecer a las clases altas del país, pues
asegura que el estado está confabulado para atornillar a los poderosos en el
poder deslegitimando la verdadera democracia del pueblo colombiano. Es así como
el M-19 se arma y empieza a tomar acciones con las armas; pero no es hasta 1985
cuando el M-19 realiza el mayor ataque de un grupo insurgente a los poderes
gubernamentales y administrativos en Colombia, siendo el 6 de noviembre de 1985
La toma del Palacio de Justicia cuando
35 guerrilleros entran por el estacionamiento del Palacio de Justicia y ocupan
el establecimiento teniendo como rehenes a magistrados, funcionarios y
trabajadores. El atentado deja un saldo de 97 personas muertas y 11
desaparecidos en 27 horas de caos que sacudió al país. A raíz de este suceso
que, sin duda alguna, es uno de los sucesos más relevantes del siglo XX para el
pueblo colombiano, el escritor y dramaturgo Miguel Torres publica La Siempreviva en el año 2010 que, según
el mismo autor al presenciar la destrucción total del Palacio de Justicia
decide “hacer algo sobre la tragedia” (Broderick 2014). La Siempreviva se desarrolla en una casa normal de inquilinato muy
cerca a la Plaza de Bolívar, donde el dramaturgo retrata la realidad del país
en un solo cuadro: desempleo, pobreza, terrorismo, masacres, violencia política
y entra a tocar un tema que muy poco se ha tocado y en el cual gira gran parte
de la obra, la desaparición forzada. La obra de Miguel Torres refleja la
realidad de un país que pedía paz y justicia en medio de una guerra por el
poder que, como en todas las guerras, son los más inocentes quienes terminan
pagando. Además, la obra cuenta la historia real de Cristina del Pilar Guarín,
trabajadora de la cafetería, desaparecida el 6 de noviembre de 1985 en los
confusos hechos de la toma del Palacio de Justicia. Cabe aclarar que la obra no
sólo cuenta el drama de una familia al enfrentarse a la desaparición de un ser
querido, sino que además muestra como el conflicto y la guerra no respeta ni
víctimas ni victimarios.
El resultado de la toma del Palacio de Justicia es la
desmovilización del M-19 junto con la amnistía por todos los sucesos ocurridos
en cualquier tipo de sus actos delictivos, finalmente termina formando un
partido político y legislando en la constituyente de 1991.
A pesar de los vejámenes que ha dejado el conflicto en un
país que se desangra por sus muertos, al inicio del nuevo milenio los grupos
insurgentes utilizan la tortura y la masacre como instrumento de guerra,
convirtiendo las masacres de Mapiripán
(1997), El Salado (2000) y Bojayá (2002), algunos de los crímenes de guerra
más atroces y crueles que ha perpetrado el pueblo colombiano. En éste último,
la masacre de Bojayá (Chocó), dejó un saldo de 119 muertos y 98 heridos. Los
hechos se desarrollaron en un combate entre las FARC-EP y las AUC (Autodefensas
Unidas de Colombia), en medio de los enfrentamientos la guerrilla ordena lanzar
un cilindro bomba para despejar a los paramilitares, desafortunadamente, el
cilindro cae dentro de la iglesia de Bellavista, lugar donde se refugiaban los
civiles. De acuerdo al grupo de la Comisión Nacional de Reparación y
Reconciliación (CNRR) describe el hecho como “(…) un hito en la larga cadena de
violencia que ha vivido Colombia, a la vez que es un punto culmen de la degradación
del conflicto armado que aún padecen las comunidades afrodescendientes” (de
Memoria Histórica, 2010). Tres años después de la masacre, el dramaturgo
colombiano Felipe Vergara decide escribir sobre el hecho y gana la Beca de
Dramaturgia por parte del Ministerio de Cultura en el año 2005 para escribir Kilele una obra necesaria para la
reconstrucción de memoria que habla sobre la masacre de Bojayá y que surge de
una investigación minuciosa de los hechos ocurridos el 2 de mayo de 2002. Desde
el punto de vista del director la obra, Fernando Montes, es “Un viaje obligado
de los desplazados y de los viajes prohibidos de alguien que retorna a su
pueblo. Una lucha por la libertad en condiciones en las que parece imposible
alcanzarla” (de Varasanta Teatro, 2010). La obra gira en torno a los ritos,
novenas y ceremonias de entierro que los vivos les hacen a los muertos por la
masacre y cómo estos muertos buscan la paz y el descanso mientras cuentan su
historia. La obra fue puesta en escena por el grupo de teatro Varasanta y tuvo una gira por el Chocó,
Cundinamarca y los Santanderes, en esta gira realizada también en el año 2005
la obra pudo presentarse en la iglesia de Bellavista, lugar donde ocurrieron
los hechos y que sin duda alguna ha ayudado a la construcción de memoria
histórica.
Finalmente, después de esta breve descripción de tres de
los hechos más importantes en Colombia que hacen parte de momentos coyunturales
del conflicto armado y que son necesarios para la reconstrucción de memoria
histórica, reconciliación y reparación de víctimas, es menester de quien
escribe investigar a fondo sobre la historia de un país que lleva más de 50
años en un conflicto armado y que ha dado a luz obras de arte puestas en letras
y personajes que nos cuentan lo que ha sido Colombia, en lo que se está
convirtiendo y lo que puede llegar a ser, pues cada uno de los personajes,
diálogos, acotaciones de las obras anteriormente mencionadas reflejan una parte
de lo que es hoy el país y nos hace reflexionar sobre las consecuencias del
conflicto. Ahora bien, junto con estos tres hechos que marcaron la historia de
un país, también surgen expresiones artísticas y, más específicamente
teatrales, que nacen de manera necesaria para contarle a ésta generación y a
las que vienen los sucesos de violencia que pasaron en Colombia y cómo los espectadores pueden opinar,
reflexionar y sobretodo, tomar decisiones de qué es lo que está ocurriendo en
su entorno, tal y como lo dijo Cicerón “Un pueblo que no conoce su historia
está condenado a repetirla”.
En el año 2011 el
gobierno colombiano creó el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) a
partir de la ley 1448 sobre la restitución de tierras a las víctimas del
conflicto armado en Colombia, “Para que haya una reparación integral y el
derecho a la verdad del que son titulares las víctimas y toda la sociedad en
conjunto” (de Justicia y Derecho, Ministerio, 2011 P. 1). Por lo cual el CNMH
como órgano gubernamental se ha dado la tarea de investigar y recolectar los
testimonios de las víctimas del conflicto armado y toda la información
pertinente que las relacione. De igual manera, entre sus objetivos estratégicos
para el 2018 se encuentra la divulgación y la comprensión del conflicto armado,
consolidar el papel de la memoria como derecho constitucional, crear
condiciones para la construcción de paz y divulgar todo el legado testimonia y
documental a toda la población que le interesa.
La
información recogida será puesta a disposición de los interesados, de los
investigadores y de los ciudadanos en general, mediante actividades
museísticas, pedagógicas y cuantas sean necesarias para proporcionar y
enriquecer el conocimiento de la historia política y social de Colombia. (CNMH,
2011)
Además,
en relación a las funciones del CNMH es menester incentivar la creación de
memoria a través de expresiones artísticas como la música, la danza, las artes
plásticas, los medios audiovisuales y el teatro para que cuente la historia de
las víctimas y victimarios en un solo espacio. Es aquí donde ésta investigación
cobra sentido y adquiere su propósito, pues quien escribe es conocedor que la
labor del actor, y del arte dramático, es comunicar, difundir un mensaje,
mostrar la realidad de una sociedad, o en palabras en Shakespeare a través de
Hamlet “ofrecer a la naturaleza un espejo en que vea la virtud su propia forma,
el vicio su propia imagen, cada nación y cada siglo sus principales caracteres”
(Shakespeare, 2007 p. 32). Por lo cual ésta investigación se enfoca en el
aporte que el teatro ha hecho a la reconstrucción de memoria histórica en el
país en tres hechos coyunturales. En palabas de Carlos José Reyes y su libro Teatro y Violencia III “En épocas de reflexión y búsqueda de
caminos hacia la paz, el análisis de nuestra historia, sus luchas, conflictos y
cambios sociales hacen parte de la construcción de un futuro de esperanza. En
esa revisión, el estudio de la violencia debe realizarse desde diversas ópticas”.
(Reyes, 2015 p. 11). Por lo cual, Carlos José Reyes se dedica a hacer un
minucioso análisis del aporte de las artes escénicas a la construcción de
memoria y paz analizando 44 obras de teatro que son el producto de la escritura
sobre el conflicto armado en Colombia donde sus protagonistas y actores varían,
yendo desde la formación de guerrillas y paramilitares, hasta las masacres, los
atentados terroristas, los desplazados y el origen y la evolución del
narcotráfico. En este análisis, por supuesto, se encuentran las tres obras de
objeto de estudio Guadalupe años sin
cuenta, La Siempreviva y Kilele y desde la perspectiva de sus creadores e
intérpretes nos cuenta el aporte que le hace a la paz y construcción de
memoria.
El proceso de formación de guerrillas en Colombia es un
fenómeno que se presenta mucho antes de la década de 1960. Carlos José Reyes
afirma que los procesos de formación de guerrillas vienen desde las batallas
independentistas cuando criollos y campesinos indígenas se unen en ejércitos
alternos al de la guardia y el Ejercito Real Español para luchar por sus
tierras y aportar a la causa independentista. Por lo cual, de ésta herencia
cultural que el pueblo colombiano ha heredado de sus antepasados del siglo
XVIII y XIX existe la violencia en Colombia (Reyes, 2015), la diferencia es que
tal y como la conocemos hoy es un poco más sangrienta y a causa del avance
tecnológico y bélico los golpes en la guerra son cada vez más letales y como
siempre, es en gran parte la población civil inocente la que termina sufriendo
los estragos de ésta terrible guerra que lleva un poco más de tres siglos.
Ahora bien, de acuerdo al fenómeno de estudio “La
formación de las guerrillas en Colombia a partir de 1960” tiene una historia
similar. Después del Bogotazo, el
fatídico 9 de abril de 1948, cuando muere asesinado a manos del estado el
caudillo del pueblo Jorge Eliecer Gaitán hay una reacción inmediata por parte
de grupos de campesinos liberales y comunistas que se asientan en el páramo de
Sumapaz y con mayor fuerza en los departamentos de Tolima y los Llanos
Orientales para después pasar a los Santanderes. A estos grupos de insurgentes
aislados del estado se les empezó a conocer como guerrilleros o grupos de
autodefensas campesinas que tienen un crecimiento moderado gracias a las
relaciones de compadrazgo y gamonalismo. Estos grupos armados de campesinos
empiezan a expandirse a la cordillera central y se les empieza a conocer como
“repúblicas independientes”, pues no estaban acogidos a leyes estatales y
tampoco había presencia de las fuerzas armadas del Ejército Colombiano. Pero no
fue hasta 1962 cuando Guillermo de León Valencia, mandatario en turno, por
medio de la operación Soberanía ordena
bombardear y atacar La República de
Marquetalia, lugar donde residían un gran grupo de comunistas y liberales
campesinos dirigidos Pedro Antonio Marín alias “Manuel Marulanda”. El propósito
de ésta operación era desmantelar los grupos insurgentes de comunistas alzados
en armas; sin embargo, la consecuencia inmediata fue la formación y
consolidación de las FARC-EP o Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia –
Ejército del Pueblo que empezó con un grupo formado por 48 hombres (Cadavid,
2010 p. 3) y que tuvo un crecimiento exponencial en la década de 1980 ya que contaban
con un total de 5159 hombres y 33 frentes; pero fue en el gobierno de Andrés
Pastrana entre 1998 y 2002 que las FARC-EP tenían un total de 17000 hombres,
108 frentes y 29 columnas móviles (Cadavid, 2010 p. 5). A las FARC-EP se le
atribuyen los crímenes de lesa humanidad como el asesinado, el secuestro, la
extorción, y el peor de todos los males, el narcotráfico (Cadavid, 2010 p. 6).
Por otra parte, después de una fuerte lucha bipartidista
en 1958 se crea una coalición entre el partido liberal y el partido conservador
para dar lugar al Frente Nacional. Esta coalición se crea en el momento en el
cual el general Gustavo Rojas Pinilla renuncia al poder el 10 de mayo de 1957
tras haber dado un golpe de estado al mandatario conservador en turno Laureano
Gómez. Para 1970, 12 años después de formada la coalición, otra vez Gusta Rojas
Pinilla aspiraba al poder, pero esta vez lo haría con el partido de la ANAPO
(Alianza Nacional Popular) y su contrincante sería Misael Pastrana Borrero
candidato por la coalición del Frente Nacional. Los resultados proclamaría a
Pastrana Borrero como nuevo mandatario de los colombianos por una diferencia no
mayor a 60 mil votos. La noche del 19 de abril de 1970 los resultados
electorales transmitidos por la cadena radial Todelar proclamaban al general Gustavo Rojas Pinilla como
presidente; sin embargo la mañana del 20 de abril de 1970 la Registraduría
Nacional daría a Misael Pastrana como vencedor (Semana, 1995), como
consecuencia y por el descontento generado a nivel nacional por grupos
liberales nace el M-19 o “Movimiento del 19 abril” cuyo objetivo principal es
buscar la democracia y la igualdad en el pueblo colombiano. A éste grupo armado
se le atribuyen atentados terroristas como el robo de 5000 armas al ejército
colombiano en 1979, la toma de la embajada de República Dominicana en 1980 y la
toma del Palacio de Justicia en 1985. (Gibson y Salazar, 2016)
Hay
varias hipótesis sobre cuál fue la verdadera razón por la cual el M-19 tomó el
Palacio de Justicia, entre las más destacadas está el enjuiciar al presidente
en turno Belisario Betancurth por incumplir los acuerdos firmados en Corinto
(Cauca) que hablan sobre un cese bilateral al fuego. Según Iván Mariano Ospina,
comandante del M-19 “El culpable fue Belisario Betancuth por incumplido”
(Gibson y Salazar, 2016). Durante el gobierno de Betancurth y su llamado
“Proceso de paz” se intenta negociar contra los grupos insurgentes al margen de
la ley y se buscaba un cese bilateral al fuego. Desafortunadamente, por el
incumplimiento de ambas partes el M-19 se toma el Palacio de Justicia el 6 de
noviembre de 1985, un suceso que hasta el día de hoy no tiene cien por ciento
claro todos los sucesos que ocurrieron, entre ellos se encuentran la
desaparición de 11 personas, y por primera vez en la historia de la Colombia se
habla de la desaparición forzada como un delito de lesa humanidad.
A
causa de los desaparecidos en el Palacio de Justicia se despertaron varias
investigaciones sobre qué fue lo que les ocurrió y cuál es su paradero el día
de hoy. A causa de este hecho se unieron las familias de los 11 desaparecidos
para entablar una demanda en contra del estado colombiano por la desaparición
de sus seres queridos, y de acuerdo a Eduardo Umaña, abogado de las víctimas
dice “¡Devuélvanlos vivos, porque vivos se los llevaron!”(Gibson y Salazar,
2016). En el año 2006 empieza una investigación minuciosa para descubrir cuál
es el paradero de los 11 desaparecidos, la cual pone en contraposición las
declaraciones del Ejército Nacional y las pruebas adquiridas por las familias
de los desaparecidos, quienes aseguran que ellos salieron vivos del Palacio de
Justicia y que después fueron confundidos con guerrilleros, torturados y
asesinados; mientras que el Ex Coronel Alfonso Plazas Vega, comandante de la
operación para recuperar el palacio, afirma que los desaparecidos fueron
asesinados en el cuarto piso del palacio por integrantes del M-19 (Gibson y
Salazar, 2016). El 21 de septiembre de 2009 Alfonso Plazas Vega fue sentenciado
a 30 años de cárcel por la fiscal Ángela Buitrago por los crímenes de desaparición
forzada, tortura y asesinato (Gibson y Salazar, 2016).
Para
continuar con la narrativa de los sucesos, el 2 de mayo de 2002 en Bellavista,
cabecera municipal de Bojayá en el Chocó se perpetró uno de los atentados más
devastadores a la población civil por parte de un grupo guerrillero en medio de
un conflicto por la disputa del territorio con los paramilitares. Todo comenzó
cuando el 21 de abril de 2002 llegan siete embarcaciones con alrededor de 250 hombres
por el rio Atrato a la cabecera municipal de Bojayá pertenecientes a las AUC,
aunque en el momento el control de la zona era por parte de las FARC-EP (UNHCHR,
Informe, 2002). La disputa territorial se presentó desde el momento en que el
río Atrato se convirtió en la ruta más efectiva para el tráfico de drogas y la
conexión interoceánica con Centro América para el ingreso de armas, por lo cual
las AUC buscaban el control de la zona. El conflicto empezó el 1 de mayo a las
6:00 am comandado por Jhover Man Sánchez Arroyave alías “El Manteco” dirigente
del frente 58 de las FARC-EP y Freddy Ramón Herrera alías “El Alemán” por parte
de las AUC. En medio del fuego cruzado los civiles deciden albergarse en la
iglesia de Bellavista y en casa de las Misioneras Agustinas, el día 2 de mayo a
las 10:00 am la guerrilla instala un lanzador de pipetas bomba a 400 metros de
la iglesia con el objetivo de desmantelar a los paramilitares, a las 10:45 am
se lanza una pipeta bomba que rompe el techo de la iglesia e irrumpe en el
altar destruyendo el recinto y dejando un saldo de 119 muertos (UNHCHR,
Informe, 2002).
Finalmente,
se espera que esta breve descripción de los hechos ubique al investigador y al
lector en un marco histórico que lo ayude a entender y relacionar la creación
de piezas teatrales para la reconstrucción de la memoria histórica en Colombia.
Referencias
Documentos leídos y material audiovisual citados en el texto anteriormente escrito:
· Aquel 19". Semana, 27 de febrero de 1995.
· Burres, B y otros. Gibson, A. y Salazar, M. (2016). Documental sobre la toma del Palacio de Justicia. Colombia: Pivot Pictures
· Cadavid, E.S. (). Historia de la guerrilla en Colombia. Universidad Federal de Luis de Fora. Recuperado de http://ecsbdefesa.com.br/defesa/fts/HGC.pdf
· De Memoria Histórica, G. R. U. P. O. (2010). Bojayá, la guerra sin límites. Editorial Alfaguara. Septiembre.
· De Varasanta Teatro, Blogspot. (2010). Bogotá – Colombia. Blogspot Teatro Varasanta. Agosto. Recuperado de http://teatrovarasanta.blogspot.com.co/2010/08/kilele.html
· Broderick, J. (2014). La Siempreviva, Miguel Torres. Recuperado de http://www.revistaarcadia.com/impresa/especial-arcadia-100/articulo/la-siempreviva-miguel-torres/35102
· Ministerio de Defensa Nacional. Informe Anual Derechos Humanos y DIH 2000. República de Colombia, Ministerio de Defensa Nacional. pp. 132,133. Recuperado de http://wsp.presidencia.gov.co/Normativa/Decretos/2011/Documents/Diciembre/20/dec480320122011.pdf
· Reyes, C.J. (2015). Teatro y Violencia en dos siglos de historia de Colombia. Tomo 3. Bogotá, Colombia. Ministerio de Cultura. Primera edición
· Shakespeare, W. (2007). Hamlet. Traducción y edición de José María Ruano de la Haza. Primera edición.
· UNHCHR (20 de mayo de 2002). Informe de la Oficina en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos sobre su Misión de Observación en el Medio Atrato. Oficina en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
8. Bibliografía
Documentos leídos y materiales audiovisuales no citados en el texto anteriormente escrito, pero que sirvieron para su construcción:
· Carruthers, D. V. (2008). Environmental Justice in Latin America: Problems, Promise, and Practice. Cambridge, Mass: The MIT Press.
· Kippers, J. (2005). Latin America, its problems and its promise: a multidisciplinary introduction. Westview Press. pp. 404
· Giraldo, J. y otros. Orozco, N. (2017). El silencio de los fusiles. Colombia: RCN Producciones
· Rojas, J. (2016) Etapas del conflicto armado en Colombia: hacia el posconflicto, Latinoamérica. Revista de Estudios Latinoamericanos, Volumen 62, 2016, Páginas 227-257.
· The Oxford Companion to Comparative Politics. Joel Krieger, Craig N. Murphy. Oxford University Press, 2012. p. 218
· Vásquez, M.E. (2000). Escrito para no morir bitácora de una militancia. Bogotá, Ministerio de Cultura
· Xavier, J.P. (1989). Democracy in Colombia: Clientelist Politics and Guerrilla Warfare'. Transaction Publishers. pp. 280.
7.
0 comentarios:
Publicar un comentario